Antes lo odiaba, ya no…

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Siempre se ha sabido que “El que escucha consejos llegará a viejo” y me consta, porque mi madre cada vez que podía me decía las frases trilladas de ‘Nunca digas nunca’, ‘De esa agua no beberé’; no se equivocó. De pequeña recuerdo que siempre odié ciertas cosas que creía tontas e inservibles, que no eran de mi total agrado. Ahora, esas cosas me parecen esenciales y son parte de mí. Las personas cambian y yo no he sido la excepción. Cuando una es muy joven asume posturas de acuerdo a lo que se está viviendo en el momento y hasta parece que decidimos casarnos con los ‘jamases’. Cómo nuestra propia saliva nos cae en la cara, ¿no?

 Estas son algunas de esas cosas de las cuales en un principio odié…

  1. El zapote: Puede sonar bizarro y hasta gracioso porque a qué persona que se ha criado viendo el árbol de zapote en el patio de la abuela toda su vida va a despreciar esta fruta tan exquisita? Yo tampoco lo entendía hasta hace algunos meses que me vi forzada (por no hacer un desaire) a beber una batida que una amiga me había comprado.  Eso que tanto odié desde que tengo uso de razón se ha convertido en mi cena todas las noches; es mi segunda fruta favorita.
  2. Leer: Era de estas mujeres que ponía cara de pocos amigos cuando me preguntaban si leía. Lo detestaba, me parecía lo más aburrido y tedioso que podía existir. Si me pasaban un libro hacía de todo menos leerlo. Hasta que una tarde para cubrirme de la lluvia entré a una biblioteca y quedé enamorada de los libros. Amor a primera vista. Me volví una usuaria activa, iba todos los días después del colegio a leer allí, era mi escape. Ahora cuando pienso en ello me digo a mi misma: ¿Cómo pude perderme de todo esto?
  3. El color marrón: El color más horrible que mis ojos habían visto jamás, así decía cada vez que lo veía en un par de zapatos, en lo que fuera. Siempre lo hice a un lado. Era un pecado capital. Pero, siempre hay algo que nos hace cambiar de parecer… El mío fue ver que era el color más fácil de combinar y llevar en cualquier prenda de vestir  y nunca deja de ser fresco y elegante.
  4. Ejercitarme: Llámenme vaga pero esto sí que era una tortura para mí, eso de andar corriendo, caminar, nadar no era lo mío. Todo lo que implicaba moverse yo lo detestaba. Solo me movía para comer, sentarme frente a la televisión e irme a acostar. Y sí, exhibía un hábito de vida poco llevadero y saludable. Siempre he dicho que los milagros existen y que siempre hay una luz al final del túnel; una tarde me desperté deseando ir a caminar y ahora es mi credo.

Yo ya me resigné, ya no digo «nunca».

Autor

Anamelia Garrido

Escribo desde Santo Domingo, República Dominicana. Bohemia que sabe disfrutar de una taza de té y que suele perderse en las calles de La Zona.

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