
El animal omnívoro
Secciones: Nutrición marzo 1, 2015 por 1Muchas son las razones que hacen que nos decantemos por un tipo de alimentación u otra: sociales, culturales, religiosas, circunstanciales, médicas, personales (gustos y hábitos). Honestamente, existen tantas fórmulas diferentes de prácticas alimentarias, que resultaría pretencioso —y hasta soberbio— determinar un único modo como «definitivo» y útil para todos.
¿Cuántos millones de personas habiamos actualmente el planeta? ¿Siete mil? Observando la profunda tristeza a la que nos mueve el saber de grandes sectores de población en países pobres, que pasan hambre hasta el punto de fallecer por la falta de comida, y luego situándonos en el polo opuesto, donde en los países desarrollados existen ciudadanos con fortunas desmesuradas, que pueden acceder a todo tipo de productos, a cual más exótico, a cual más caro, y que podrían alimentar a familias enteras de varias generaciones en países pobres, durante toda su existencia, podemos hacer dos cosas: mirar para otro lado, afirmando que «no está en nuestra mano solucionar los problemas del mundo» o replantearnos nuestras ideas y creencias, detenernos y cuestionarnos si realmente podemos o no hacer algo. Tal vez no podamos directamente, pero la actitud cotidiana es sumamente importante; nuestro granito de arena puede hacer la diferencia.
Nos nutrimos de todo tipo de vegetales y animales, de tierra, mar y aire: setas, verduras, hortalizas, frutos, tubérculos, algas, mamíferos, aves, peces (seres marinos), insectos… Nuestro aparato digestivo está preparado para asimilar prácticamente todo nutriente habido y por haber. Pero todavía están los que lo niegan, arguyendo todo tipo de razonamientos o divagaciones, sociales, culturales, religiosas, médicas y hasta políticas.
El argumento social.
El entorno determina nuestra forma de entender el mundo y así construimos una particular manera de comer o no comer. Qué nos beneficia y qué nos perjudica, qué es apropiado para la costumbre y qué no. Algunas cosas se implantan en la creencia y la costumbre desde la infancia, y no se pueden (ni se deben, tal vez) desarraigar de un grupo poblacional con gran tradición culinaria y gastronómica.
El argumento médico.
Toda práctica alimentaria, desde el punto de vista estrictamente médico, irá encaminada a la búsqueda de la salud y la prevención de la enfermedad. Claro que no hay que olvidar nunca el resto de circunstancias que empujan a las personas a comer de una manera u otra, como podría ser la económica, que a veces algunos olvidan.
El argumento religioso.
Se sabe que, según la religión que se practique, determinados alimentos están «prohibidos» para el individuo, como puede ser la carne (cualquier ser vivo), más concretamente podría ser el cerdo o la vaca, las bebidas alcohólicas, etc.
El argumento político.
En las últimas décadas han proliferado las personas que creen en los derechos de los animales, hasta el extremo de formar partidos políticos que defienden a los mismos, ya que éstos no tienen voz y no pueden opinar ni hacer reivindicaciones. Por eso ha surgido el movimiento vegano, a través del cual no se ha de consumir ningún producto de procedencia animal, porque esto supone sacrificio de los mismos, hacinamiento en granjas con el consecuente sufrimiento y esclavitud (vacas lecheras y gallinas ponedoras).
Pero evidentemente, el común denominador de todos es el omnivorismo: los seres humanos nos alimentamos de todo nutriente orgánico que pueda existir en el planeta. De hecho, negar que somos animales omnívoros, sería pecar de negar la evidencia. Cada uno puede tener sus razones para practicar un tipo de alimentación determinada, sean de la índole que sean. Pero —honestamente— lo que no se puede o no se debe hacer, es intentar imponer una fórmula universal para todos y cada uno de nosotros. Se puede sugerir, razonar, argumentar… pero nunca tener la soberbia de creer estar en posesión de la verdad.
Comentarios
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