
REBELION EN LA GRANJA
En Opinión octubre 21, 2015 por(Comentarios basados en La Libertad de Prensa – Comentarios del Prólogo de esta obra)
El personaje alado representación del escritor es una revelación del genio humano, así pudo Rodó junto a su Ariel volar pausado definiendo la parte noble y alada del espíritu con contornos gigantescos en sincronía con la simbología Shakespiriana.
No alcanzaría menor altura en vuelo de su estro literario George Orwell al plantearse una novela satírica símil de una granja de animales para manifestar la protesta ante el horror Estaliniano, logrando el escritor en su momento con capacidad de expresión de lo prohibido imponer en el tiempo el importante manuscrito como un minucioso análisis de la naturaleza del poder totalitario en sus diversos camuflajes constitucionales y seudo-democráticos.
Pero lo que hace desbordar la tinta en Rebelión en la Granja es el extraordinario Prólogo de la obra escrito por el mismo autor cuyo manuscrito ignorado por completo durante mucho tiempo fue descubierto verificándose su autenticidad en 1971 y publicado posteriormente con su título original: “La Libertad de Prensa”
Este libro como lo dijo muy bien su autor en el prólogo estaba concebido en su mente desde hacia mucho tiempo, sin embargo su redacción definitiva se produjo a finales de 1943, es obvio que para editarse en su momento encontraría grandes dificultades toda vez de ser rechazado por cuatro editores.
Nos explica Orwell en el interesante prólogo la reacción manifiesta de un importante funcionario del Ministerio de Información al conocer el contenido de la obra, por supuesto la publicación en el momento resultaba peligrosa sabiendo que la fábula no estaba dirigida a todos los dictadores o a todas las dictaduras en general pues la trama sigue tan fielmente el curso histórico de la Rusia de los Soviets, además de ser ofensiva cuando en el relato predomina a todas luces la casta de los cerdos entre los tantos animales de la granja propiedad del señor Jones.
Cómo será que el mayor peligro para la libertad de expresión y de pensamiento no proviene de la intromisión directa del Ministerio de Información o de otro organismo oficial, y es que los editores y los Directores de periódicos del momento rechazan ciertos temas, no por miedo a la denuncia sino que temen a la opinión pública, toda vez de ser la cobardía intelectual el peor enemigo del momento.
Todo estaba claro pues en ese instante se crea una ortodoxia, ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión, entonces no es que se prohíbe concretamente decir esto o aquello, es que no está bien decir ciertas cosas y debe respetarse, en ese instante la ortodoxia dominante exige una admiración sin límites hacia Rusia, sin asomo de ninguna crítica, todos conocen este hecho y todo el mundo actúa en consonancia, es de pensar que cualquier crítica seria al Régimen Soviético o cualquier revelación de hechos que el gobierno ruso prefiera mantener ocultos no saldrá a la luz.
Sería raro entonces que alguien publicara un ataque contra Stalin, pero sería socorrido atacar a Churchill desde cualquier periódico, no obstante el Hombre de Hierro era sacrosanto y muchos aspectos de su política estarían por encima de toda discusión, desde luego era posible publicar libros antirrusos, pero hacerlo equivalía a condenarse a ser ignorado por la mayoría de los periódicos importantes.
Era harto conocida la lealtad nacionalista como una devoción hacia la Unión Soviética por la gran mayoría de intelectuales británicos, entonces sembrar la duda sobre la sabiduría de Stalin era casi una blasfemia.
Volviendo a la concepción de Rebelión en la Granja su autor estaba seguro que la redacción provocaría en la mayoría de los intelectuales ingleses un desdén de rechazo, es de suponer que estas críticas muy marcadas en el arte de difamar no lo atacarían en el terreno político, sino en el intelectual, a lo mejor dirían que era un libro estúpido y tonto y que su edición no habría sido más que un despilfarro de papel, pero que tolerante se puede llegar a ser en cuanto a chabacanería que se editaba siempre y cuando se dijera lo que ellos querían oír.
Entretejiendo ideas al final del prólogo consideraba Orwell que todo lo dicho por el Ejercito Rojo, los rusos tenían derecho a defenderlo, mientras las ideas opositoras serían consideradas como pecado mortal.
Y digo yo para finalizar justificando nuestro paso por el mundo, cualquier coincidencia escapa a la actitud crítica de nuestra investigación literaria permanente, pues también en su oportunidad le tocó a Pérez Bonalde en el irreverente decir para justificar su inconformidad después de escribir su obra poética titulada “A UN TIRANO” Y de esta manera acotar la siguiente expresión: -“Como si hubiera sido escrito en estos días y dedicado al mismo individuo…”
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