Prof. María Isbelia A. de Alfonzo

Rosa del alma, Madre

En Opinión  por

En algún momento de la vida escribimos algo desde nuestro cielo interior improvisando las verdades eternas con una inspiración inmaculada que no deja escapatoria, y después, mucho después quise levantar la piel del tiempo, legajo de un libro abierto, torrente de recuerdos y pesares impregnando el paso de los días, cierro los ojos ingrávida dejando fluir latente de los azafranados velos conscientes las páginas de Pérgamo, y en el transcurrir del tiempo constante e indetenible como por cosas del destino unas alas de fantasía chocan de nuevo con mi frente para que nunca lo olvidara ¡Cómo si eso era posible! Y entonces me pregunto entre silencios, brumas y penumbras ¿Puede el poeta desbordar la tinta entre desconocidos confines? Aunque el tiempo había borrado memorias, créanme cuando se me desequilibra esta cascada natural, difícilmente me puedo controlar ¡Caramba! Me sonrió mamá enhebrando caricias en el alma de su sentir profundo y de su amor infinito.

El mundo estaba desierto para mí, y yo me sentía huérfana en los días con sus noches al recuerdo de aquellos años dorados que forja la fantasía.

Madre del alma, madre, Rosa de Mediodía candor de mi poesía, mi faro, mi luz, mi guía refugiada en el tintero en este momento mi voz romperá el silencio para recoger las palabras que en su oportunidad fueron lanzadas al viento, ¡Lo siento! Las recogeré una a una para describir su cielo y mientras ella ha de esperar la resonancia de mis versos, de cara a la inmensidad miré al alba y traje a mi pecho de mi Madre Santa su amor eterno.

Anunciado es el día con la llegada del orto, y yo ansiosa de la aurora, a mí alrededor de pronto un aura mágica y protectora que me envuelve como un manto desde la suprema gloria, persuadida soy de una devoción augusta que se posa en mí sutilmente con sus alas protectoras.

Aire delgado y transparente de amanecer, como ángel en amalgama de vida, de Dios y de espíritu, de aconteceres distintos y de distintas mañanas para llevarte mi prosa… ¿Y qué del lienzo sagrado que estoy buscando afanosa? Para plasmar con devoción mi filigrana poética… Y como resalta en la alborada esta impronta muy selecta ¡Rayo de luz en la oscuridad de una medalla perfecta!

De pronto se manifiesta una determinación hierática y en un exordio divino quiero llevarte mamá un sacrosanto breviario, con salterios, con rosarios, oraciones en santuarios y mis abalorios en canto para pedir a ti Dios Amado, la mantengas a tu lado en Cenáculo Sagrado.

Un polifónico canto con letárgico fervor cruza etéreas fronteras guiado por Las Perseidas, y así llega ante El Gran Todo en Tabernáculo Santo, entre aromático incienso sobresalen Las Canéforas con asfódelos y lirios blancos para ofrendarlos a ella.

Madre del alma, madre, amor inigualable sublime, incomparable, bendiciones de mis días, inspiración de mi poesía, tu imagen candorosa la más casta impresión del alma, reservabas en tu rostro una expresión virginal, paz interna que sublima a la mujer con virtuosidad, flordelisada presencia, una entrada en el cielo triunfal.

¿Y por qué no decirlo en estas mis palabras del espíritu? Madre del alma, madre, aroma de excelsas virtudes, rememoro tu imagen en esta tebaida matinal y pienso en la rosa blanca que en el jardín tiene frió… ¡Ay, Dios Mío! Una sobrada hiperestesia se apodera de mi sino y estoy en la penumbra selvática de la Lócrida perdida, y mi alma sollozante por aquella rosa blanca, sin los ropajes mundanos, con la desnudez sagrada que ante Dios no es un pecado.

Mamá Rosa… mi compañía hoy, tu recuerdo, evoco aquellos instantes que como mi Ángel Custodio, prodigabas cada día todo género de bendiciones, un amor inigualable, eso si, cerca de Dios, nuestra égida por siempre, una guía permanente, cada hora, cada día, todo el tiempo esta latente.

¡Cuánta emoción, ese ayer! Es deleite de un concierto en el sitial del Olimpo y oír la flauta de Pan, lira sonora de Apolo en ahínco, de pronto me quedo absorta muy ensimismada estoy y vuelvo a la realidad por repetidas vibraciones, me pregunto: ¿Qué sucede? ¿Quién llora a mí alrededor? Me impresiona al escuchar el gemido de Las Nereidas que también lloran por ella en el momento de orar.

Muy difícil para mí concluir, ¡Lo confieso! El péndulo del reloj turba mi silencio con su ruido monótono y cadencioso, el sol ha salido en crepúsculo resplandeciente de azul y de oro… ¡Bendecidnos mamá, Divino Tesoro!

mariaisbelia@hotmail.com

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