Hay un refrán popular que dice que «quien no lee no tiene derecho a la palabra». Puedo agregarle que quien no lee, mal escribe, mal habla y mal piensa; la lectura es el alimento del cerebro, con tanta importancia que la que diariamente ingerimos para nuestro estómago. Es una gran pena ver a tantos analfabetas graduados de profesionales, sin que siquiera sean capaces de escribir un párrafo sin cometer faltas ortográficas; peor aún, que no son capaces de sostener una conversación en base a un tema de palestra.

Más del 95% de los miles de personas que ha venido y vendrá a leer este post, lo ha venido haciendo no por su espíritu de lectura, sino por el morbo que le ha generado conocer el rostro del supuesto ladrón que penetró a mi casa a robar; tampoco han venido a ver su rostro para solidarizarse conmigo, sino porque su curiosidad es tan fuerte que le hace sucumbir; por el morbo, por el chisme de saber quién es el ladrón. ¡Qué decepción! No existe ningún ladrón.

El texto que viste no es más que un experimento social para medir tu nivel de curiosidad. Viniste hasta aquí a leer algo vacío; una información que desnuda tu curiosidad. Te aseguro que si hubiese sido un artículo de opinión acerca de la situación político, social o económico que afecta al país, solo un 5% (entre los que podrías estar tú) hubiese clickeado el link para venir a leer el contenido ampliado de la información.

Aprovecho este post para recomendarte no abandonar la práctica de la lectura; fomentar la lectura en nuestros hijos es el mejor legado. En este país hay mujeres muy hermosas, pero si abren la boca hay que salir corriendo. Gracias por el favor de tu lectura.