Dieta de Navidad

El miedo a las comidas navideñas

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Uno de los rasgos que nos caracteriza a los países desarrollados cristianos, es la opulencia de las comidas que se celebran en estas fiestas. Aunque actualmente los especialistas en nutrición y los médicos proyectemos alertas con todo tipo de advertencias acerca de los excesos, no cabe duda de que el mensaje tradicional es bien distinto: compartir y disfrutar con los seres queridos, celebrando el amor y la concordia y agradeciendo los dones y privilegios que nos rodean en nuestras vidas. Por eso creo que no son tiempos de pautas ni mensajes de “peligro”, a no ser, claro está, que la persona a la que vayan dirigidos padezca una enfermedad o condición fisiológica muy concreta por la que tenga que cuidar especialmente su alimentación en todo momento.

La moderación.

¿Qué significa ser moderado con la comida? Honestamente, es un término muy relativo y dependerá de las características de cada uno. Pero no sólo eso, sino que las perspectivas cambian de unos individuos y otros. Así que es muy difícil determinar en qué consiste comer poco o mucho en fechas señaladas. ¿Acaso lo hemos hecho correctamente el resto del año? Es a partir de esta pregunta desde donde debemos detenernos a reflexionar y comprobar en qué lugar se ubica el problema, si es que nos hemos topado con alguno. Haciendo un balance de los hábitos alimenticios que han prevalecido en nuestras rutinas diarias a lo largo de este año 2014, puede que nos demos cuenta de que no tiene mucho sentido convertir las fechas navideñas en el chivo expiatorio de la alimentación y culpar a estas prácticas —no necesariamente perniciosas, desde mi perspectiva— de querer llevarnos “al lado oscuro”, sino que somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de autoimponernos unas costumbres saludables en lo que respecta a los alimentos. Si realmente comprobamos que podemos estar tranquilos (que no obsesionados) con nuestra dieta anual, no viene al caso decidir, precisamente en Navidad, ser sustancialmente comedidos y, dicho sea de paso, convertir un acontecimiento social que debería ser gratificante para todos, en un lastre, tal vez en una nueva culpa y remordimiento, como si no tuviésemos ya bastantes.

Los extremos y el equilibrio.

Muchos se preguntarán: ¿Entonces, me siento a la mesa y como y bebo todo lo que me venga en gana sin ningún tipo de miramiento? Ante este planteamiento exhorto al sentido común y a que la persona reflexione y se cuestione si las Navidades, para sí, son una especie de paraíso en el que los sibaritas deleitan su paladar y estómago, hasta no poder más, o si hay algo más en torno al banquete, que creo que va incluso más allá de la reunión social y los regalos. Aun así, para ser fiel a la verdad, he de decir que en este tipo de acontecimientos comemos considerablemente más de lo que lo haríamos un día corriente. Pero eso no quiere decir que tomemos la tajante determinación de colocarnos en un extremo que no nos beneficia a nosotros ni a los que nos rodean, terminando con una indigestión o algo peor. Por ello creo que hay que partir de la base de que se debe disfrutar y, para hacerlo, hay que encontrar un equilibrio.

Las recomendaciones dietéticas y pautas saludables encaminadas a objetivos determinados, vamos a dejarlas para otro momento más oportuno, que es el que conforma la mayor parte del año. Y si logramos llegar a diciembre habiendo cambiado de forma notable unos hábitos que hemos reconocido como incorrectos, no temeremos disfrutar de las fiestas con la mayor alegría.

Imagen: condosbolsasencadamano.com

Autor

Dolores Latorre

Técnico Superior en Nutrición y Dietética (España). Escritora. Autora de "El fin de la dictadura dietética" (Ed. Círculo Rojo).

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