Un sector del empresariado nacional, con el aval de una “determinante” embajada extranjera, proyectan inducir un cambio en la conducción del Estado dominicano, y al efecto han construido un candidato para guiarlo a subir las escalinatas del Palacio Nacional el 16 de agosto del 2016, desplazando al oficialista Partido de la Liberación Dominicana.

La figura escogida es un dirigente político sin experiencia de Estado, aunque con buena formación académica y mucha plata. Se llama Luis Abinader.

Este economista, que nació en cuna de oro, es el instrumento escogido por un segmento de la burguesía empresarial –que se pinta de liberal- para tratar de desalojar de la mansión presidencial al PLD, con la bendición y tutela de la embajada de Estados Unidos, cuyo embajador James W. Brewster no ocultó su preocupación por el dilatado inquilinato en el poder del partido morado, y en una comparecencia inusual a un programa radial capitalino lo expuso.

El plan consiste en catapultar al poder a este novato y aprendiz político, que heredó una franquicia partidaria de su padre, la cual tomó para cambiarle el nombre y sustentar sus aspiraciones políticas, tras seguirle los pasos al decadente expresidente Hipólito Mejía y los “venerables ancianos” que abandonaron el PRD. Un segmento de la izquierda también hace fila detrás de este proyecto.

Luis Abinader tiene muchos recursos propios, más los que drenarán los sectores patrocinadores, ilusionados con una alternancia política.

Ese sector empresarial que sustenta a Abinader es dueño de importantes medios de comunicación, donde operan “líderes de opinión”, cuya pluma y voces están vertebrando propagandísticamente dicho proyecto político.

Ahora bien, Luis Abinader chocará de frente con un rodillo: la maquinaria releccionista.

Con la aplanadora releccionista las posibilidades del novato Abinader alcanzar el poder en el 2016 son escasas.

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