JUAN CARLOS OYUELA

Medicina para un caprichoso

En Opinión  por

“La cultura actual engendra personas de voluntad débil, niños caprichosos, menores de edad”. Me decía estas palabras una madre de familia preocupada por la formación de su hijo. Estamos inmersos en la cultura de lo arbitrario, de lo espontaneo, donde se exalta el individualismo del propio criterio. La libertad mal entendida como libertinaje y rebeldía ante todo lo establecido.

El caprichoso “No está dispuesto a renunciar a los deseos inmediatos, no tiene hábito para los esfuerzos concretos y frecuentes, lo quiere todo en el momento… No sabe negarse nada”

1. El caprichoso es inestable. En su vida gobiernan los sentimientos, las imágenes y no las razones. El “me gusta” o “me apetece” están por encima del “quiero” o del “pienso”. Lo importante no es la vida real, los deberes y responsabilidades sino el “tengo ganas o no” de hacer esto o aquello. Lo razonable cede su lugar a los impulsos, a los deseos exaltados del momento y del instinto. La voluntad se deja atraer por la apariencia, por aquello que brilla como la hojalata. Los estímulos externos condicionan tremendamente la libertad. El caprichoso es como una veleta movida por el viento de las imágenes y de las sensaciones del momento, de lo inmediato. Al carecer de estabilidad, sin poder sostener un rumbo fijo, progresivamente se convierte en un bueno para nada». Irresponsable por “definición” para lo que no alague sus gustos y aficiones, por lo tanto egoísta por esencia. Su voluntad débil le impide hacer nada valioso y por tanto incompetente de cualquier empresa que requiera esfuerzo. Personalidad sin fundamento, inepto para dar razón de sus actos. Es incapaz de centrar su atención en algo. Curioso con ansias de novedad constante. Disperso, con “déficit de atención” dirían ahora. Fluctuante, por lo tanto no confiable. Incapaz de gobernarse a sí mismo y por esto mismo incapaz de gobernar a otros. Ser padre o madre de familia le queda grande. Un caprichoso dirigiendo a otros es un loco conduciendo un automóvil al despeñadero. Cambia de metas y planes como cambian los vientos. Hoy se propone esto, mañana lo contrario. Incapaz de perseverar y de terminar cualquier cosa. Amigo del “multitasking” y de muchos proyectos simultáneos tapadera ideal para la pereza selectiva, postura en el fondo escapista del sacrificio. Los ojos prendados del celular, atento al primer mensaje, sea este más importante a lo ejecutado en este momento. Presa fácil para los expertos del marketing. Ciudadano habitual de la literatura barata de moda, la que no hace pensar y solamente exalta el sentimentalismo dulzón. Alérgico habitual del estudio porque requiere esfuerzo. Lo suyo es lo brillante, lo llamativo. Amigo de las recetas fáciles para mejorar, las que no requieren voluntad. Como la abeja de flor en flor, se mueve, hace cosas, sube y baja, se cansa, pero no mejora porque lo suyo es siempre el camino cuesta debajo de las derrotas constantes. La cura de un caprichoso es costosa, aunque la medicina sea relativamente barata y disponible para quienes se la toman en serio. Nadie se vuelve caprichoso de la noche a la mañana. La solución es también poco a poco. Sustituir el “el me gusta” y “me apetece” por el “quiero” de la voluntad. “Mientras el querer atrae, el deseo distrae; uno hace madurar, el otro es un pasatiempo que entretiene, pero hace perder forma y tensión para la lucha, porque produce dispersión”

2. No se trata de combatir los sentimientos, sino de acrecentar el uso de la razón y de la voluntad. En lugar de vaciar, llenar la vida con un ideal alto. Educar en el valor de la renuncia, condición imprescindible para aprender a amar. Crecer en libertad interior dirigiendo la vida a la búsqueda del bien y de la verdad. Estudiar a fondo los temas y los problemas, no renunciar a pensar y cuestionar las ideas de moda flotando en el ambiente. Usar la inteligencia para recuperar las riendas de la propia vida sin dejar las decisiones a otros. Fortalecer la voluntad aplicándose con empeño en el cumplimiento del deber. Aprender a vencerse en lo pequeño, dominarse en las cosas de cada día.

Actuar con responsabilidad venciendo los propios caprichos con un “No” claro y rotundo. Sujetarse a un plan u horario personal para lograr poner las últimas piedras en todo lo comenzado. Acostumbrarse a obedecer, aunque cueste. Posponer los deseos personales a las indicaciones de quienes pueden darlas. En el ambiente familiar, esforzarse por servir, posponiendo los propios gustos a los de los demás. Combatir la curiosidad y la dispersión intelectual, potenciadas actualmente por el uso de Internet o del teléfono móvil. Aprender a desconectar y así tener momentos de concentración para emplearse a fondo en lo importante y no al último mensaje urgente. Dar pasos a diario en este camino a base de pequeñas ascensiones y recomenzar siempre que sea necesario. Ilusionarse en la tarea comenzada, así poco a poco se quitará la frivolidad de la propia vida.

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La realidad existe como un absoluto objetivo: los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos, deseos, esperanzas o miedos de los hombres

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