
El caballo que fue senador
En Opinión octubre 30, 2019 porCayo Julio César Augusto Germánico, mejor conocido como Calígula, fue el tercer emperador de Roma en el período 37-41 (4 años después de la muerte de Cristo); con apenas 24 años de edad, toma las riendas del imperio, permaneciendo en éste por espacio de cuatro años. Cometió múltiples y garrafales errores que derivaron en una crisis económica y una hambruna infernal; su incapacidad e inexperiencia lo llevaron a emprender un conjunto de desacertadas reformas públicas y urbanísticas que terminaron por drenar el tesoro.
El emperador no tenía escrúpulos; su desfachatez como su crueldad, no tenían límites: obligó a su suegro y a su abuela a suicidarse, porque (según él) sus cabezas no estaban equilibradas con respecto a sus cuerpos y esa desproporcionalidad le irritaba. Tan depravado que tuvo relaciones sexuales con sus hermanas, con tanta intensidad que terminó enamorándose de Drusila (una de ellas), con la que convivió como si fuera su propia esposa.
A los senadores que le contradecían directamente, les rebanaba el cuello o los marcaba con candentes hierros (cual si fueran animales). Una de sus últimas ocurrencias fue cortarlos por la mitad, encerrarlos en jaulas o tirarlos a las fieras; su mayor atracción era presenciar las ejecuciones mientras comía; y tener relaciones sexuales con las esposas de sus diplomáticos y demás funcionarios. Su ritual era invitarles a cenar amablemente y, en un determinado momento de la cena, señalar a una de ellas para que le acompañase a intimar al dormitorio; ninguno de los presentes podía chistarle (al menos que no desee seguir vivo).
Calígula, tenía un CABALLO al que había convertido en su adoración y mas preciado tesoro; le puso por nombre “Incitato”, al que dispuso le sea construida una caballeriza de mármol con pesebres de marfil para su uso exclusivo; comía copos de avena mezclados con suaves y delgadísimas escamas de oro, tomaba el mejor vino en copas de oro, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo; vestía púrpuras de la mejor calidad y usaba collares con piedras preciosas; su pareja habría sido una yegua de nombre Penélope, elegida por Calígula como esposa de su amado caballo.
Era tanta la devoción que sentía Calígula por el équido, que cuando se preparaba para una carrera, la noche anterior era decretada por el emperador como “noche de silencio”; la cual debía acatarse a cabalidad, so pena de ser fusilado quien osare contradecirlo. Incitado, que de “penco” nada tenía; fue nombrado por el emperador como cónsul; y posteriormente designado senador. Al corcel le fue asignada una majestuosa villa con esplendorosos jardines, mas 18 sirvientes para su cuidado personal.
Algunas veces los seres humanos nos obsesionamos y empecinamos en imponer nuestros personales caprichos, sin medir los catastróficos resultados que ello pueda generar. Podemos sentir mucho amor por nuestra mascota, apego y hasta gratitud; sin embargo, un pueblo no debe pagar las consecuencias de la demencia de un sujeto que abusando de su poder designa para que nos represente, a un caballo que aunque ha sido exitoso en sus carreras y tenido la fortuna de anidarse en la cima del poder, no es mas que un analfabeta, no sabe hablar, sino relinchar; ignora totalmente los temas de Estado; ese cuadrúpedo no sabe cuáles son las 3 causales del aborto; ignora las políticas públicas a crear para combatir el narcotráfico; a Calígula no le gusta que hable, porque cada vez que lo intenta, mete la pata. Pero qué mas podríamos esperar, si no es mas que un caballo.
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