Tratemos a los demás como deseamos ser tratados.

Siempre que entremos a una oficina, por educación debemos saludar a quienes se encuentran en ella. La regla se aplica en el trato que damos desde el portero, hasta el director general de la firma.

Nunca es buena idea llegar de “sorpresa” porque estábamos por “aquí cerca” . Debemos anunciar nuestra presencia, como mínimo, con un par de horas de anticipación, para no causar incomodidad a la persona que nos recibe.

Como en una mesa con amigos, podremos tomar asiento en una oficina, solamente después de que el anfitrión se ha sentado.

El escritorio de nuestro anfitrión es su espacio, por lo tanto no debemos llenarlo con nuestros documentos, maletines, y demás utensilios de trabajo.

Cuidemos el tiempo. No debemos alargar demasiado la visita si queremos respetar la agenda de nuestro anfitrión, porque seguramente no somos los únicos en la lista del día. Si la reunión comienza a  extenderse demasiado, acordemos una segunda reunión. Una buena idea que siempre es bienvenida, es enviar previamente los puntos a tratar vía correo electrónico.

Hagamos que nuestros invitados se sientan cómodos.

Mantengamos a su alcance café y agua. Si contamos con asistente, antes de comenzar a tratar asuntos de trabajo, es conveniente pedirle que acuda a ofrecer una bebida a nuestro invitado.

Debemos ponernos de pie para recibir al visitante y extenderle nuestra mano como saludo e indicarle en dónde puede sentarse para hablar con más comodidad durante la entrevista.

Si hay otros participantes en la junta o en la charla en la oficina, el anfitrión es siempre el encargado de hacer las presentaciones correspondientes.

En el protocolo ejecutivo, las personas de menos importancia o rango son las que presentan a las de mayor importancia. (Sin importar si es hombre o mujer).