La reacción del presidente y su Consejo de Seguridad

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Los dominicanos tendremos que aprender a vivir con nuestro único vecino, a pesar de que es mal educado, salvaje, depredador e  irracional; sin embargo, no podemos mudarnos de casa, ni procurar que se muden ellos. Ante esa situación tendremos que prepararnos para que si no podemos ser felices con las malas acciones que allí se producen, al menos que poco nos afecten. Somos dos naciones con profundas diferencias, pero nos toca compartir con ellos la misma frontera.

Que ellos se maten unos con otros; que esa jungla sea inhóspita; que practiquen el vudú en vez de visitar una iglesia; que hayan acabado con su vegetación y secado sus ríos, ese es su problema; sin embargo, que además pretendan hacer lo mismo con nuestro país o que un recurso natural compartido (como lo es el río Masacre) sea desviado solo para su consumo, es algo a lo que hay que prestarle especial atención y no se debe tratar con paños tibios; se precisa de enérgicas e inmediatas acciones para marcar la línea de Pizarro.

El 20 de febrero de 1929, se llevó a cabo el «Tratado de Paz, Amistad Perpetua y Arbitraje», del que solo son signatarios Haití y República Dominicana; cuyo artículo 10 establece que: “En razón de que ríos y otros cursos de agua nacen en el territorio de un Estado y corren por el territorio del otro o sirven de límites entre los dos Estados, ambas partes contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar la corriente de aquellas o de alterar el producto de las fuentes de las mismas”.

hace aproximadamente dos años, un grupo de desaprensivos haitianos se ha dado a la tarea de desviar mediante un canal de riego, el curso del río Masacre, de manera que solo ellos aprovechen sus aguas a partir de ese punto; luego de algunas conversaciones entre las autoridades de ambos países, depusieron su actitud y los trabajos fueron paralizados; ahora nuevamente han sido retomados, argumentando sus patrocinadores que no son vinculantes a las decisiones adoptadas por las autoridades de su país, lo que constituye una burda provocación a nuestra patria, que debe tener contundentes consecuencias.

De inmediato nuestro presidente Luís Abinader convocó a su Consejo de Seguridad, a los fines de afrontar esa situación y tomar medidas al respecto. Nuestro país tiene de presidente a uno de los mejores ciudadanos que país alguno pudiere tener; se esfuerza hasta la fatiga para producir el mejor gobierno de toda la historia; sus funcionarios no son diferentes; en sintonía con su director procuran tocar la misma partitura; el problema es que un largo trayecto no puedes surcarlo con un carro de carrera; las acciones del gobierno son erráticas, desacertadas y nocivas para el país.

Entre las decisiones surgidas del Consejo de Seguridad Nacional, están:  a) emplazar en 48 horas al gobierno haitiano para que resuelva ese conflicto o de lo contrario cerrarán la frontera terrestre, aérea y marítima; b) prohibir la expedición de visado a sus nacionales e impedimento de entrada al país de los involucrados en el conflicto; c) reactivar la toma del río Dajabón, en el inicio del canal La Vigía; d) la construcción de una presa; y e) convocar una mesa hídrica binacional, para buscar solución al problema.

Parecería que en el honorable Consejo de Seguridad Nacional, no hay una sola cabeza con criterio de disentir de las ideas del presidente Abinader o que ahí no hay nadie con la cabeza fría. Prefiero pensar que ese Consejo, impregnado del espíritu reeleccionista del presidente, se tomaron varias botellas de vino y degustaron suculento manjar mientras discutían las estrategias de campaña proselitista; y luego de embriagados afrontaron la crisis haitiana. Solo así lograré entender tan infaustas y temerarias decisiones tomadas en el marco de esa reunión.

No quisiera condimentar de sesgo este comentario, por lo que solo me limitaré a concluir que, la solución a un problema no debe ser bajo la creación de uno mayor; no debemos exigir a alguien deponer una actitud, bajo amenaza de hacer lo mismo, porque le estaríamos dando aquiescencia a lo que hacen; el cierre físico de la frontera, no implica solución al conflicto, sino que hará más ricos a los que viven del negocio de tráfico de indocumentados. Las sanciones para resolver el problema haitiano, no deben ser orientadas hacia ese país, sino hacia nuestros propios ciudadanos y autoridades; cuando haya un gobierno enérgico que lo entienda, tendremos resultados diferentes.

 

Autor

Cristian Hidalgo

Escritor, Ingeniero Civil de profesión y Realtor de oficio. Desarrollador de proyectos inmobiliarios, Asesor de Fideicomisos, Ley 189-11

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